Cuando me preguntan por la violencia de género, no pienso en ningún discurso feminista, ni en ninguna frase conmovedora, ni en gráficas ni en cifras, ni tampoco pienso en la controversia que existe de que solamente salen a relucir las mujeres que son asesinadas mientras que "hay muchos hombres que mueren a manos del género opuesto". Tampoco pienso en aquellos hombres y mujeres que les gusta atribuir toda la culpa a la víctima, por "la ropa que llevaba", "las copas que se había tomado", o "las horas en las que andaba", si “andaba sola", si “estaba muy alejada de la gente”, o que “se lo había buscado". Y, en resumen cientos, y cientos de excusas con las cuales dar a entender que la culpable es ella, por no haberse cuidado. No, no.
Lo primero en lo que pienso realmente cuando me preguntan sobre la violencia de género es en el llanto de la madre de Sandra Palo, María del Mar. Una mujer formidable que tuvo que soportar la idea de que ya nunca volvería a ver la sonrisa de su hija. Que tuvo que soportar la idea de que, durante todo el tiempo anterior a su muerte, ella estuvo sufriendo: violada, atropellada y quemada en vivo. Pienso en Laura Luelmo, aquella profesora zamorana, tan joven y encantadora, que acabó entre unos matorrales tras haber sido violentamente asesinada y violada. Pienso en Marta del Castillo, de la cual aún ni si quiera se han podido encontrar sus restos. Pienso también en Mari Luz, que no pudo llegar a cumplir su sexto cumpleaños. Y en el caso de Diana Quer, tras haberse encontrado 497 días después de su desaparición, muerta. Y no os confundáis, Martas y Dianas hay muchas más. Esto es solo la punta del gran iceberg que es la violencia de género.
Existen otros casos en los que "tuvieron más suerte" de salir vivas, como Khadija. Quien, bueno, no murió, claro, pero fue violada grupalmente, tatuada con pintura de pared y quemada repetidas veces con cigarrillos. O como María, víctima de “La manada", que tendrá que soportar durante toda su vida el miedo y el trauma de lo sucedido. Y que encima tiene que vivir con que en Internet por siempre existirá el vídeo en el que ella es violada. Y también están todas aquellas mujeres que son maltratadas día y noche, por su pareja o marido, hasta que un día sus cuerpos no consiguen soportar los golpes.
La violencia de género se presenta en multitud de formas aparte de las ya mencionadas, y hay tantos machismos y humillaciones que sufre la mujer a día de hoy que sería muy difícil enumerarlas todas. Pero todas tienen algo en común, y es que todo el maltrato que sufren es por parte de hombres. Y no, con esto no estoy diciendo ni mucho menos que todos los hombres sean unos violadores, unos babosos o unos agresores. Digo que MUCHOS de ellos sí lo son.
Porque las miles de víctimas que hay en España por tratos machistas no han sido atacadas por cuatro gilipollas. Porque casi todas las chicas, por no decir todas, han sufrido algún tipo de machismo, y muchas de ellas han sido violadas, con lo cual hay MUCHOS violadores y MUCHOS babosos sueltos que se dedican a acosar, agredir y a atemorizar a parte de la población.
Porque las chicas somos parte de la población, y hasta que no seamos todos conscientes de ello.... De que las mujeres no son víctimas, ni trofeos, ni el sexo débil... Hasta que no dejemos de culpabilizar a las víctimas y a restarles importancia, no evolucionaremos como sociedad. Las mujeres no somos víctimas, somos personas.
Creo que ya lo has dicho todo: todos somos personas. Hombres y mujeres. Juntos, en respeto y en dignidad. Enhorabuena por tu magnífico artículo, Paula.
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